En el libro de Apocalipsis, el Señor Jesús habla de los nicolaítas, cuya doctrina y obras aborrece (Apocalipsis 2:6 y 2:15).
Estoy escribiendo un libro sobre el tema, pero en resumidas cuentas, un nicolaíta es una persona que se erige como figura dominante sobre un grupo de personas que quieren conocer a Dios y las dominan, sacando provecho propio. Son falsos ministros, sobre los cuales tanto nos advierten el Señor Jesús, Pablo, Pedro, etc. En 2 Pedro 2 encontramos una descripción muy completa de cómo actúan esos falsos ministros y cuál será su terrible final.
Para esas personas es muy importante la autoridad, que en realidad es autoritarismo. La autoridad/autoritarismo trae poder y el poder trae muchas otras cosas como dinero, lujos, sexo, alabanzas, honra de incautos, etc. Lo mismo que el diablo le ofreció a Jesús en el texto que leemos en Lucas 4 y que el Señor rechazó. El problema es que buscan autoridad para ejercer autoritarismo.
¿Qué tiene que ver esto con ser ministro del Cuerpo de Cristo?
El Señor nos advirtió que a final de los tiempos vendrían falsos ministros, que se dirían «ungidos» (cristos) y engañarían a muchos.
Hoy día hay una plaga inmensa de individuos que no han sido llamados por el Señor de la Iglesia para el ministerio, porque seguramente ni siquiera se han convertido nunca. Esos falsos ministros utilizan las cinco funciones de servicio que el Señor Jesús estableció para edificación de Su Iglesia como si fueran títulos.
A partir del uso y manipulación de esos «títulos», se adjudican posiciones nicolaítas de dominio en medio del pueblo y a partir de ahí, saquean a los incautos que no atienden a la Palabra de Dios.
«El simple todo lo cree; Mas el avisado mira bien sus pasos.» (Proverbios 14:15)
Por cierto, los nicolaítas siempre existieron y da igual si se manifiestan como un «pastor» conservador y legalista «a la antigua» o si se trata de uno de esos modernos «apóstoles», «profetas», etc. Su patrón de comportamiento es el mismo: buscan ejercer control y autoridad sobre el pueblo de Dios.
Ese terrible hecho está provocando la apostasía que dará lugar a la manifestación del anticristo. «Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.» (2 Tesalonicenses 2:3)
Vemos que primero viene la apostasía y luego se manifiesta el inicuo; el hombre de pecado. Un paréntesis: es importante saber distinguir a un apóstata de un falso ministro. Para más detalle, ver artículo abajo recomendado.
Como vimos en el artículo anterior, «De discípulos y ministerios», los ministerios no son títulos de honra, sino funciones de servicio para edificación del Cuerpo de Cristo.
¿Entonces, quien ejerce un ministerio no tiene autoridad?
Claro que cuando ejercemos un ministerio tenemos autoridad. La autoridad del Espíritu Santo, nada menos. Pero hay que entender que debemos diferen ciar entre autoridad de autoritarismo.
Los falsos ministros ejercen autoritarismo, que es autoridad sin responsabilidad. El mayor ejemplo de ello fue satanás. Éste quiso la autoridad de Dios cuando pretendió ser «semejante al Altísimo». (Isaías 14:14) Él buscaba la autoridad que tenía Dios, pero nunca pretendió asumir la responsabilidad.
Los falsos ministros ejercen su autoritarismo por el miedo. Amenazan a la gente de que si no se les someten, la ira de Dios caerá sobre el pueblo. Pero el miedo no proviene del Espíritu de Dios. Dios ejerce Su autoridad por el amor.
Cuando uno asume la responsabilidad por algo o alguien, paga un alto precio, ya que da un paso al frente y funciona como escudo protector.
Eso fue lo que hizo Jesús, Quien, aunque nunca había pecado, asumió la responsabilidad por el pecado del ser humano y pagó el precio por ello. Por eso fue que cuando resucitó, le fue dada toda autoridad. (Mateo 28:18)
Ahí tenemos uno de los dos aspectos importantes con relación a la autoridad que da el ejercer un ministerio por llamado del Señor Jesús. Si actuamos por el Espíritu de Dios y según el modelo de liderazgo del Señor de la Iglesia, seremos líderes que inspiran a los demás y asumen la responsabilidad para que otros puedan crecer.
Por eso es que después de 2000 años, el número de seguidores de Jesús crece constantemente y éstos siguen dispuestos a entregar su vida por Él.
El líder según el corazón de Dios, inspira a los demás y no les obliga; da ejemplo y con ello prueba el camino antes que los demás enfrenten los peligros; paga el precio, antes que lo tengan que hacer los demás. Eso fue lo que hizo el mismo Jesús.
El otro aspecto para tener autoridad en el Reino de Dios es muy sencillo de entender. Cuando estamos haciendo lo que Dios nos mandó hacer, toda Su autoridad nos respalda. Dios no nos respalda al 30% o al 78%, sino al 100% cuando obedecemos Su voluntad.
Pero, si no estamos haciendo Su voluntad, el 0% de Su autoridad nos respalda. No tenemos NADA de autoridad de parte de Dios si no estamos haciendo lo que Él nos mandó hacer.
En resumen: si somos llamados a ejercer un ministerio para edificación del Cuerpo de Cristo, debemos actuar como Cristo. Debemos asumir responsabilidad y obedecer al Señor. Si actuamos así, tendremos TODA la autoridad de Dios respaldándonos y seremos ministros conforme al corazón del Señor de la Iglesia. Seremos siervos buenos y fieles, que es el mayor elogio que podemos oír de Sus labios.
«Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.» (Marcos 10:42-44)