«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mateo 28:19-20)
El Hijo de Dios fue enviado por el Padre para derramar Su sangre inocente en pago del pecado de la humanidad.
El precio fue altísimo. Eso quiere decir que Él tenía en alta cuenta lo que pretendía alcanzar: la redención del ser humano.
Jesús murió EXCLUSIVAMENTE por redimir a la humanidad.
Esa es la razón por la que, antes de irse, dejara una única orden a sus discípulos: que fueran e hicieran más discípulos, enseñándoles a guardar todo lo que Él les había enseñado.
Esa es una tarea sobrenatural y, para llevarla a cabo, sus discípulos necesitaban un poder sobrenatural. Por ello Jesús envió al Espíritu Santo: para que tuviéramos poder sobrenatural para obedecer esa orden.
Centrados en eso, tengamos en cuenta pues que Jesús murió por rescatar a las personas de la condenación eterna. Todo lo demás es beneficio añadido para los que le obedecen.
Veamos en qué consiste eso de «hacer discípulos».
«Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» (Hechos 1:8)
Junto a lo fundamental para hacer discípulos, que es el poder del Espíritu Santo, Jesús nos da LA ESTRATEGIA: primero en nuestro entorno inmediato, luego se va ampliando, hasta alcanzarlo todo. Así funciona el Reino de Dios. «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.» (Mateo 13:33)
Junto al poder y la estrategia de trabajo, también ORGANIZÓ A LOS TRABAJADORES.
«Constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efesios 4:11-12)
Notemos que aquí el Señor Jesús organiza a sus discípulos y les da también LA META: perfeccionar a los santos para la obra, PARA LA EDIFICACIÓN del Cuerpo de Cristo.
Cuando se edifica algo, no sólo se expande, sino que también se consolida. Fíjate en una casa. Hay varios profesionales involucrados: albañiles, electricistas, fontaneros, pintores, etc. Todos ellos trabajan para edificar la casa. Eso quiere decir que la harán desde cero, la expandirán y la consolidarán, HASTA QUE ESTÉ COMPLETADA y se pueda habitar.
Por lo tanto, los ministerios son funciones dentro del Cuerpo de Cristo, dados por el Señor de la Iglesia, con el fin de edificar (expandir y consolidar) su Cuerpo.
Albañil o fontanero no son títulos, sino la identificación de la función que cumple ese profesional en el contexto de la edificación de la casa. Sabemos que el albañil trabaja en la estructura, cimentado, etc., mientras que el electricista viene luego con el cableado y el fontanero con las tuberías.
Ninguno es más importante que otro, sino que todos trabajan JUNTOS y EN COOPERACIÓN para alcanzar la meta: edificar la casa.
Así es también con el Cuerpo de Cristo. Apóstol, profeta, maestro, pastor y evangelista no son títulos ni rangos de importancia, sino que JUNTOS trabajan para EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO, según el poder que les da el Espíritu Santo.
Cuando el Señor Jesús estableció estas cinco funciones, no las discriminó por sexos, sino que simplemente mandó a sus discípulos que trabajaran en la edificación de Su Cuerpo. Es fácil entender por qué dice Pablo que los apóstoles y profetas son el fundamento. Así como en la edificación de una casa tiene que empezar a trabajar el albañil para que luego pueda venir el fontanero y el electricista, pintor, etc., en la expansión del Reino de Dios es necesario que los apóstoles y luego los profetas hagan su trabajo, para que los demás edifiquen sobre ello. Para profundizar en estas funciones, se recomienda la serie de audios «Cuando Jesucristo te Llama (1, 2 y 3)»
Ver en ese orden un orden de importancia, con frecuencia sale de un corazón nicolaíta. Los nicolaítas son los que siempre quieren prevalecer sobre sus semejantes y dominarlos. Buscan siempre autoridad (autoritarismo).
Jesús JAMÁS delegó Su posición de cabeza de la Iglesia en nadie. Ni siquiera en el Espíritu Santo o el Padre. Eso es así porque sólo Jesús derramó Su sangre para pagar el precio por la Iglesia.
Así pues, no existe entre los cinco ministerios un rango de importancia, sino que todos los verdaderos discípulos, con un corazón humilde y agradecido por el privilegio de poder colaborar en esa obra, sirven y colaboran unidos para llegar a la meta: «que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13)
Por ese motivo también el Señor Jesús no hizo distinción entre discípulos por sexo, ni distribuyó las tareas basado en el sexo del que iba a servir. Esto no es un tema de sexos, sino de servicio al compás del corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Da igual si la persona que sirve como apóstol es mujer u hombre. Lo mismo con el que sirve como profeta, evangelista, pastor o maestro.
Algunos también dicen que esos ministerios fueron solamente para los doce discípulos que andaban con Jesús hace 2000 años.
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- Eso no lo dice la Biblia en ningún sitio. Si así fuera, no tendría sentido que Pablo nos hablara de esos ministerios, puesto que ya no habría vacantes.
- Si así fuera, Pablo no podría ser apóstol, ya que él no vivió con Cristo. El que sustituyó a Judas fue Matías, completando el número de los 12.
- Mientras el Cuerpo de Cristo todavía esté siendo edificado, los cinco ministerios serán necesarios.
¿Por qué pues algunos se enfadan tanto con que la mujer ejerza los ministerios o con defender que esos ministerios fueron dados en exclusiva a los doce discípulos originales?
Sencillamente porque ven esas funciones como un título de honra, el cual pueden usar para sojuzgar al pueblo de Dios y servirse de él, dominando parte del Cuerpo de Cristo, haciéndose así «vicarios de Cristo» sobre Su Iglesia.
¿Nos suena ese espíritu nicolaíta?
El Señor Jesús dijo que aborrece las obras de los nicolaítas y su doctrina. (Apocalipsis 2:6 y 15).
En esencia: ser un discípulo de Cristo y ejercer la misión para la cual fuimos comisionados no tiene nada que ver con sexo o con títulos, sino con un corazón obediente, que ama al Reino de Dios y que camina junto a Cristo hacia Su meta: la redención del ser humano y la edificación de Su Iglesia.
Agradécele por ese privilegio cada día y procura ser diligente en esa gloriosa tarea de influenciar en la vida eterna de otra persona.
«Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.
«A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.» (1 Pedro 1:10-12)