Jesús dijo sobre la venida del Espíritu Santo: «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» (Hechos 1:8)
En ningún sitio dice que allí sólo había hombres. Todos eran discípulos de Jesús y sobre todos vino el Espíritu Santo por igual, con el cometido de habilitarles a que fueran testigos de Jesús.
A seguir, lleno ya del Espíritu Santo, Pedro dice que ese era el cumplimiento de la Palabra de derramar de su Espíritu sobre TODA carne.
No hace acepción de personas por sexo. (Romanos 2:11, Santiago 2:9)
En resumidas cuentas, hacer discípulos es el cometido de cualquiera que sea parte de la Iglesia de Cristo y para ello deberá estar llen@ del Espíritu Santo.
No es una cuestión de sexo, sino de ser o no discípulo.
¿Qué es un discípulo, según el Señor de la Iglesia?
«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos» (Juan 8:31)
Es decir, que para ser discípulos de Cristo, es necesario nada más que permanecer en Su Palabra. No habla nada de sexo. No hay acepción de «discípulos» por sexo.
El derramar del Espíritu Santo fue así: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
«Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
«Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.» (Hechos 2:1-4)
Notemos que, además de que no hace acepción de personas por sexo, este texto dice que fueron TODOS llenos del Espíritu Santo. Pero no hace alusión a que hubiera una versión femenina y una masculina de dicho «derramar del Espíritu Santo», sino que vino por IGUAL para TODOS.
Tampoco dice que el Espíritu Santo fuera derramado en mayor o menor medida según el sexo de quien lo recibía, sino que TODOS fueron llenos y TODOS comenzaron a hablar en otras lenguas.
En esencia: todo este asunto de «ir y hacer discípulos» y de «ser testigos» de Cristo, no tiene nada que ver con el sexo de la persona, sino con que la persona en cuestión permanezca en la Palabra de Cristo y sea llena del Espíritu Santo; tiene que ver con que la persona, hombre o mujer, sea verdaderamente discípul@ de Cristo.
Siendo así, la pregunta es: ¿Por qué 2000 años después de este impresionante evento, todavía seguimos permitiendo que fariseos que no se han convertido siquiera, discriminen a la mujer en el servicio a Cristo?
El mismo Señor de la Iglesia no hizo acepción de personas por sexo, ¿quiénes son unos cuantos nicolaítas para impedir a la mitad del Cuerpo de Cristo ejercer su privilegio y obligación de testificar de Cristo?
No hay excusa: todo hijo de Dios, hombre o mujer, tiene el mandato y el derecho de hacer discípulos y para ello ha recibido el Espíritu Santo.
«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mateo 28:19-20)