Como millones de personas en el mundo, mi clave de acceso al banco es una fecha.
Pero no es la fecha en la que nací, ni en la que me casé o siquiera la fecha en la que nació mi gato, que no sé cuándo nació porque fue cogido de la calle.
Es una fecha mucho más especial para mí.
Hace más de 20 años, mi familia se congregaba en un sitio donde el liderazgo era adepto de la Nueva Reforma Apostólica y en aquel momento no entendíamos nada de esa plaga que infestaría millones de púlpitos por todo el mundo, causando la gran apostasía que vemos hoy día.
Algo empezó a chirriar, como se dice en España. Es decir, algo no sonaba bien, cuando lo pasabas por el filtro de la Biblia.
Luego vino lo que todos los que hemos sido libres de este yugo de falsos ministros conocemos:
- Empiezas a hacer preguntas para entender qué es lo que te parece raro.
- El falso ministro se molesta porque interpreta que tus preguntas son para atacar su «autoridad».
- Luego te tildan de rebelde, hijo del diablo o lo que sea en esa línea.
- Sin darte cuenta, pasas a ser el apestado de la congregación y hasta tu familia tiene miedo a saludarte.
- A estas alturas te han prohibido servir porque estás «fuera del orden de Dios, ya que has tocado al ungido», y se te trata como si tuvieras lepra. Nadie te toca. Cuando llegas, se hace el silencio y cada uno se va a otra cosa.
- Finalmente, con dolor en el corazón, sales de ahí pero la cosa no acaba.
- El «ungido» te usa en el púlpito como ejemplo para los demás, maldiciéndote y asegurando que todas las plagas del infierno caerán sobre ti – Y SOBRE LOS QUE SIGAN TU EJEMPLO – ya que osó rebelarse contra «el ungido».
Y Bla, bla, bla – El guión es el mismo, porque procede del mismo infierno.
Todo este proceso, contado así, parece fácil y rápido, pero desde que se inicia hasta su desenlace, puede tardar incluso un par de años y es muy, muy doloroso para la víctima, máxime cuando algunos de sus seres más queridos siguen en el sistema y se vuelven contra la persona. Es un proceso es completamente diabólico.
Un año o dos después de atravesar ese doloroso trance, viajábamos mi marido y yo con un hermano a otra ciudad y, hablando en el coche, le hablábamos de cómo nos impidieron seguir sirviendo en el Reino de Dios y cómo nos dolía eso.
Entonces ese hermano preguntó: «¿Sabéis qué queréis hacer?»
Sí, contestamos.
«¿Tenéis los medios para hacerlo?»
Sí, contestamos.
«¿Entonces qué os impide hacerlo?»
Esa pregunta fue liberadora. Antes había un «ungido» que exigía obediencia ciega y que nos juzgaba según su arrogancia. Ahora éramos libres de seguir al Señor Jesús y de servirle con lo que había puesto en nuestras manos.
NADA ni NADIE nos lo impedía, sino el condicionamiento sectario al que habíamos sido sometidos.
Esa fecha marcó un antes y un después en nuestra vida, puesto que a partir de ahí empezamos a seguir el sendero que el Señor nos fue marcando y hasta aquí hemos llegado, en la confianza de que seguiremos sirviéndolo mientras tengamos aliento de vida y procuraremos hacer lo mejor y máximo con cariño para nuestro Rey Jesús.
Por eso esa fecha se volvió nuestra clave del banco. Porque cada día, para administrar nuestra economía, tenemos que usar esa fecha y nos acordamos que:
- Jesucristo nos trajo libertad de todo yugo de esclavitud de la mentira «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.» (Juan 8:36)
- Que después de Cristo, TODOS sus discípulos somos igualmente ungidos, porque tenemos la unción del Santo. «Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.» (1 Juan 2:20)
- Que Cristo vino a deshacer las obras de satanás. «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.» (1 Juan 3:8)
- Jesús es el fiel Pastor que nos guarda de todo mal, aunque nos dejemos engañar por un tiempo. Si somos fieles en buscarlo, Él nos guiará. «Jehová es mi pastor.» (Salmos 23:1)
- Su Espíritu Santo nos guía a toda la verdad, si le dejamos. «cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad» (Juan 16:13)
Así pues, nunca, jamás dejes de seguir a Cristo por muy pomposo que sea el título de un «ungido» que te exija obediencia ciega. Agárrate al Señor en oración y a Su Espíritu Santo, leyendo la Biblia, porque ella es la luz que necesitas para caminar por esta vida.
Y si alguien enseña otra cosa que no sea la Biblia, como dijo Pablo, que sea anatema. Dale la espalda y no temas abandonarlo de inmediato.
Solo Cristo murió por nosotros y sólo a Él se le debe adoración.
Ah… lo de mi clave de banco…
Bueno, no os voy a contar qué día pasó eso, claro está. No quiero que nadie pierda el tiempo entrando en mi cuenta de banco. Digamos que no causaría envidia a ningún falso ministro de la Nueva Reforma Apostólica… solo es lo suficiente para que alabe a Dios por Su cuidado y fidelidad.
Por cierto, faltó contaros que desde aquel día, Dios SIEMPRE ha suplido todo lo que hemos necesitado para hacer lo que nos mandó hacer. Una de las muchas cosas que aprendimos fue que es Dios quien financia SU obra.