Hace unos días publiqué un artículo titulado «Dios le falló a Jeremías».
Algunas personas vieron la entrada del artículo e hicieron comentarios, sin leerlo. Aunque no habían leído el artículo, me juzgaron y tildaron de blasfema, hija del diablo y no sé cuántas descalificaciones más. A todos les contesté que leyeran el artículo antes de opinar. Unos pocos lo hicieron, a regañadientes.
Aunque el artículo exalta a Dios y nos anima en el servicio a Él, no fueron capaces de reconocer que actuaron como verdaderos fariseos. En vez de hacerlo, pasaron a condenarme por poner ese título.
Su actitud, absurda, a mi modo de ver, me llevó a pensar por qué una persona se porta así y lo que sigue fue la conclusión a la que llegué.
El artículo habla sobre la frustración que a veces sentimos ante una situación que no entendemos, y cómo con frecuencia podemos pensar que Dios nos falló.
¿Por qué a algunas personas les molesta reconocer que en algún momento u otro en la vida todos pensamos algo así sobre Dios?
Es un hecho, y el que diga lo contrario, miente o…
…no ha logrado discernir la raíz del problema, o…
…no tiene una relación genuina y normal con Dios.
Somos humanos. Nuestro conocimiento de las circunstancias es limitado y no siempre podemos juzgar una situación de forma adecuada.
Ante algo importante que frustra nuestras expectativas, especialmente si hemos orado sobre la situación y consultado la Biblia al respecto, entramos en un estado de confusión y acabamos pensando que Dios nos ha fallado.
Amamos al Señor y queremos creer y confiar que Él es fiel. Toda nuestra vida con Él nos dice que Él sí lo es. Pero…. ¿por qué nos ha fallado?
Os dejo la referencia del artículo anterior, para que encontréis la respuesta a ello: Dios Le Falló a Jeremías.
¿Por qué, si conocemos a Dios y lo amamos, llegamos a pensar algo tan terrible?
Sencillo: Porque ante el dolor y la frustración, a veces nuestros sentimientos se sobreponen a nuestra fe y el conocimiento que tenemos de nuestro Padre Amado.
¿Cómo encara Dios esto?
Lógicamente no puedo hablar en Su nombre sobre lo que piensa, pero puedo deducirlo por lo que conozco de Él.
- A Dios no le afecta. Él conoce al ser humano y sabe el límite de resistencia y de fe de cada uno de nosotros. Él sabe cuánto podemos soportar y el control que tenemos sobre nuestros sentimientos.
- Él sabe de antemano qué reveses tendremos en la vida y cómo reaccionaremos.
- Dios tiene plena conciencia de Su identidad y Deidad y no se deja afectar o disgustar porque tenemos una crisis de fe. El convive con esto diariamente y a nivel de toda la humanidad. El que seamos injustos con Él y pensemos algo injusto con base a nuestro dolor e ignorancia, no le provoca crises existenciales.
¿Por qué entonces permite que pensemos así sin fulminarnos por herejes o blasfemos?
- Porque Dios es Soberano, y consigue usar situaciones como estas para llevarnos a un nivel superior de fe, haciéndonos más fuertes en nuestra relación con Él.
- Si tenemos una relación genuina de confianza y familiaridad con alguien, tenemos la suficiente libertad para expresarle todo lo que pensamos; sea bueno o malo; sea positivo o negativo.
La confianza solo existe entre dos personas que se aman, se respetan y se aceptan. Solo permitimos que alguien nos conozca íntimamente si realmente amamos a esa persona. En tal caso, abrimos nuestro corazón, sin reservas; para lo bueno y para lo malo.
Si de verdad Dios es nuestro Padre, ¿por qué actuaríamos de forma cínica con Él, siendo «política y religiosamente correctos»,
pero hipócritas?
Ese concepto fue justamente lo que me dio la pista de la respuesta a la pregunta original sobre ¿por qué esas personas reaccionaron de esa forma ante un hecho común en la vida de un hijo de Dios y su Padre?
La única explicación que encuentro para ello es que este tipo de personas no conoce una relación de Padre-hijo con Dios, sino que vive una religión. Las religiones nunca llevaron al hombre a Dios, sino que lo apartaron de Él.
Las religiones tampoco desafían la fe. Solamente una relación genuina de amor y confianza nos lleva, en ocasiones, a situaciones límite.
Como los religiosos no se relacionan con Dios, se enfadan.Si se hace o dice algo que los fariseos consideran una amenaza a sus creencias religiosas, tiran piedras. Recordemos la furia que manifestaban cuando Jesús curaba a alguien en un sábado, cuando los discípulos se alimentaban sin lavarse las manos o cuando Jesús hacía cualquier cosa que ponía en evidencia su hipocresía religiosa.
No quiero ponerme como ejemplo de nadie, pero sí contar que muchas veces me he enfadado con Dios y se lo he dicho; he pensado que me había fallado y se lo dije; pensé que no era justo para conmigo y así se lo expresé.
Evidentemente, con el tiempo, orando, buscándolo y leyendo la Palabra, Él pacientemente me condujo a la verdad y pude ver que yo estaba equivocada. En todas las ocasiones que cuestioné Su buen juicio y actuación, yo estaba equivocada. Entonces le pedí perdón y lo recibí (1 Juan 1:9).
Pero no me arrepiento de haber tenido la libertad de expresarle abierta y vehementemente lo que pensaba o sentía. No hacerlo hubiese hecho de mí una hipócrita con alguien que merece todo mi respeto, confianza y amor.
Creo que si yo fuera hipócrita con Él, entonces le provocaría tristeza, porque Él busca una relación sincera y la sinceridad no es «religiosamente correcta».
Así pues, yo opto por expresarle a mi Padre Amado todo lo que pienso. Evidentemente no me porto de forma irreverente u ofensiva. Pero sí siento la libertad de abrirle mi corazón, porque sé que estoy tratando con el Dios misericordioso que no dudó en dar a Su Hijo Amado para rescatarme.
Ante ese impresionante hecho, ¿cómo no voy a confiar en Su misericordia y comprensión por mis limitaciones ante las frustraciones?
¿Cómo es tu relación con Dios?
«Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.» (Gálatas 5:1)
«No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» (Hebreos 4:15-16)
Muy buena la enseñanza gracias. Siempre me llamo la atención el como el profeta Jeremias sufrió tanta afrenta, pues para mí uno de los profetas más sufridos en la historia de su llamado lo fue l profeta Jeremías, y pienso que es por eso que muchos predicadores en la actualidad le llaman el profeta llorón. Me encanta mucho su historia, y en cierta manera me identifico mucho con ella, aungue en verdad pienso que no solo yo me siento asi, sino que somos muchos los que de alguna manera nos identificamos con el profeta de Dios.