La indiferencia y apatía de las personas que acuden a las congregaciones son una de las mayores frustraciones de los pastores y líderes. Lógicamente este tema es complejo y no se puede tratar en un simple artículo, pero reflexionemos sobre este aspecto.
Durante muchos años, imperó un sistema «eclesial» en donde había una persona al frente de la congregación y todos se sometían a ella, tal como se hace con los sacerdotes paganos. Evidentemente hay honrosas excepciones, pero hablamos del sistema en general.
Nunca se enseñó al pueblo que en el Cuerpo de Cristo, TODOS somos sacerdotes para Dios: «y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios». (Apocalipsis 1:6)
Eso quiere decir que TODOS los que somos hijos de Dios, somos igualmente sacerdotes y tenemos la misma RESPONSABILIDAD y PRIVILEGIO de edificar nuestra propia relación con Dios y también de ayudar a edificar a otros.
En el Cuerpo de Cristo no existe nadie con más o menos autoridad sobre los demás, puesto que la ÚNICA cabeza, de la cual procede toda autoridad, es Cristo.
La etapa posterior a ese imperio del clericalismo vs. laicismo, empezó a tomar forma y fuerza allá por los años 90. Vino con todo el movimiento que se conoce como Nueva Reforma Apostólica.
Empezaron a aparecer falsos ministros (apóstoles, pastores, maestros y profetas falsos), que se erigieron en seres supuestamente superiores al resto del Cuerpo de Cristo, a quienes, según ellos, se les debía pleitesía, sumisión y tributo.
Pero esa no fue la única mochila que trajeron, sino que para imponerse, introdujeron muchas falsas doctrinas, «visiones», «decretos», «declaraciones», etc. que tenían como meta impresionar a incautos y fascinarlos, produciendo vendas mágicas (Ezequiel 13:18-23), que atraparon las almas al vuelo y esclavizaron a muchos.
El fin de ello fue provocar una gran apostasía de aquellos que, decepcionados con lo que creían ser un fraude de parte de Dios, abandonaron la fe.
Pero, ¿y qué de los que se quedaron?
Como dije, el tema es complejo y requiere mucho más espacio. Pero, centrándonos en la indiferencia y apatía, vemos que esos falsos ministros han enseñado dos cosas:
- Centraron la atención del pueblo en ellos mismos (falsos dioses/ungidos)
- Enseñaron al pueblo a aborregarse y obedecer, bajo la amenaza de que si no se sometían a su «extraordinaria autoridad», las iras del infierno se desatarían sobre ellos.
La idolatría siempre funciona de la misma forma: quita los ojos de la gente de Cristo, Dios verdadero, y la pone en falsos dioses. No importa si son imágenes de yeso pintadas, representaciones de la naturaleza o seres humanos. Lo que cuenta es que el ídolo en cuestión sirve para fascinar (embrujar) a la gente, haciéndoles perder la vista de Cristo.
Hoy día, muchos de los que están sentados en las congregaciones, han pasado por esas etapas. Saben que algo no va bien, pero no tienen capacidad de discernir qué es, puesto que se les ha enseñado a obedecer y callar. Se les ha enseñado a tener miedo a cuestionar lo que viene de estos falsos ministros.
Por otro lado, al ser humano siempre le ha resultado cómodo tener a un «sacerdote» que entre en la presencia de la «divinidad» y luego le diga qué rituales tienen que hacer para recibir favores. En otras palabras, la gente ha vendido su sacerdocio a cambio de «comodidad».
Las dos cosas aliadas, aborregamiento y comodidad, han producido esa apatía que hoy día se vive.
Si encima añadimos la falta de conciencia de su sacerdocio (privilegio y responsabilidad), la fórmula es perfecta para que la gente no reaccione.
¿Cuál es la importancia de que reaccionen?
Acordémonos de que Cristo nos habla de las 10 vírgenes que durmieron y luego despertaron. Todas durmieron y todas despertaron.
Pero la diferencia era que solo cinco tenían aceite para cuando vino el Novio.
Al ir a comprarlo, vino el novio y se llevó a las cinco que tenían aceite. Cuando llamaron las otras cinco, les dijo que no las conocía.
Eso quiere decir que una enorme cantidad de los que piensan que irán con Cristo, se quedarán porque Él no les conoce.
Esto nos da la clave para este tema.
Ser sacerdotes para Dios es un privilegio por el que Jesús pagó carísimo en la cruz. Pero, ignorar ese privilegio y venderlo a cambio de comodidad, también sale carísimo.
¿Cómo debe proceder un buen pastor que tenga un llamado de Cristo y sinceramente anhele que el máximo de gente entre cuando venga el Novio?
Un buen pastor debe dirigir la mirada de la gente a Cristo y solo a Cristo.
La Biblia dice que en Cristo están «escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento«. (Colosenses 2:3)
Muchos de los que están sumidos en la apatía e indiferencia despertarían si se les llevara a mirar a Cristo, puesto que Él es Alguien tan especial y maravilloso, y difícilmente alguien podría seguir indiferente ante tal Persona.
Pero antes de guiar a la gente a Cristo… el líder de la congregación deberá examinarse y ver cuánto de otros ídolos puede haber en sí mismo, vaciarse de ellos y llenarse de Cristo para ser sal y luz entre sus mismos hermanos.
Dijo Jesús: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Es imposible que la gente esté llena de Cristo y siga apática e indiferente.