El ser humano suele repetir conductas, sin importar la raza, formación, cultura, o tiempo en el que vive.
La Biblia es riquísima a la hora de mostrarnos esas conductas y alertarnos sobre lo que debemos aprender a no reproducir.
En Génesis 3 encontramos uno de esos textos que nos ilustran sobre una conducta que el ser humano repite una y otra vez, obteniendo siempre los mismos resultados nefastos. Pero no por ello, deja de hacer lo mismo.
En este caso se trata de no reconocer su responsabilidad ante sus acciones, conducta que va seguida de echarle la culpa a otro.
Cuando el hombre pecó, desobedeciendo a Dios y comiendo del árbol que Dios le había mandado que no comiera, primero se cosió un delantal para cubrir su desnudez. La desnudez del hombre se debía a que, al pecar, perdió la cobertura de gloria que le permitía estar en la presencia de Dios.
Pero el delantal que se cosió, no fue suficiente para que el hombre sintiera la confianza de estar en la presencia de Dios y por ello, cuando escuchó que Éste se acercaba, tuvo miedo y se escondió.
Vemos a seguir que Dios le pregunta qué había pasado y el hombre, en vez de asumir su responsabilidad y pedir perdón y misericordia, intenta responsabilizar a Dios por la mujer que le había dado. Cuando Dios le da a Eva la oportunidad de reconocer su responsabilidad, ésta sigue la misma conducta que Adán y echa la culpa a la serpiente.
Hoy día, vivimos en una sociedad en la cual el ser humano es exaltado al máximo y se estimula el auto justificación por cualquier excusa: la falta de oportunidad de estudiar, un hogar destruido, la falta de comprensión de unos padres, etc. Nadie se siente responsable por sus actos ni reconoce que ha hecho las cosas mal.
Pero ante Dios no valen excusas. Dice la Palabra que «tiempo y ocasión acontecen a todos». (Eclesiastés 9:11)
Dios dio a Adán y a Eva, individualmente, la oportunidad de reconocer su desobediencia, su pecado, y de ser restaurados. Ambos optaron por la conducta errónea de echarle la culpa a otro de su pecado y acabaron sufriendo serias consecuencias por ello.
Aprender de los errores ajenos es una de las cosas más sabias que podemos hacer en la vida. Leer la Biblia prestando atención a las conductas erróneas y considerar las consecuencias que acarrean, nos puede ahorrar muchísimos disgustos en la vida.
Lo mejor que puede hacer el ser humano ante Dios es adoptar una conducta humilde, reconociendo cuando obra mal y pidiendo perdón. El perdón de Dios es el único que trae restauración.
«Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones.» (Hebreos 4:7) La humildad ante Dios es sabiduría y por ello Jesús nos enseñó a seguirle y ser humildes y mansos.