Desde que se creó el moderno estado de Israel, los sionistas han estado fomentando un conflicto de especial virulencia entre los israelitas y el mundo árabe.
Al día siguiente a la declaración de independencia de Israel, el joven país fue atacado por varias naciones árabes. No sólo no fue destruido, sino que amplió territorio. Así ocurrió con otros conflictos que se dieron en la región. Llegó entonces el momento de pasar a otra estrategia para aumentar la tensión. Recordemos que había una región, que no un país, que se denominaba «Palestina», herencia del emperador romano de procedencia española Adriano (año 135), según cuento en mi libro «El Secuestro de una Península».
En el año 1945, se creó el estado de Transjordania, que luego pasó a llamarse Jordania. Ese país ocupaba el 73% de la región Palestina. Se creó para los árabes que vivían en esa zona a fin de que tuvieran su nación.
Si miramos hacia atrás en la historia reciente, nos podemos hacer algunas preguntas sobre esa supuesta «nación palestina ocupada por Israel». Por ejemplo:
-
- ¿Quién era el presidente, rey o primer ministro de Palestina antes de tener a Yasser Arafat como líder?
-
- ¿Qué moneda había en ese país? ¿Existe o existió alguna moneda propia?
- ¿Cuál es el himno nacional de esa «nación»?
- ¿En qué año surgió esa «nación» y cuál es su historia?
- ¿Cuál es su idioma, sus platos típicos y ropas características?
Y así podríamos seguir indefinidamente sin encontrar la respuesta a ninguna de estas preguntas. ¿Por qué?
Porque nunca existió una país llamado Palestina. Porque la gente a la que se le llama «palestinos» habla árabe, tiene costumbres árabes y proviene del mundo árabe. Además, el territorio al que se le llama «ocupado», pertenece legalmente a Israel. Israel tiene derecho, como estado soberano, a construir casas para sus ciudadanos en donde quiera, dentro de su territorio. Es un derecho que tiene cualquier nación del mundo.
¿De dónde surgen los «palestinos» entonces?
En uno de los conflictos de Oriente Medio, se les obligó a los árabes que habitaban en Israel a que se fueran porque supuestamente eliminarían a todo israelita y luego los árabes podrían volver.
Pero eso no fue así. Los israelitas no fueron eliminados y los árabes quedaron en las fronteras con Israel y los países colindantes. Ahí se crearon los guetos en donde esa gente fue apresada y mantenida sin esperanza ni futuro. Eso generó un caldo de cultivo de jóvenes que fueron adoctrinados en contra de los israelitas y que crecieron dispuestos a suicidarse con tal de matar a unos cuantos israelitas.
Esa situación se ha ido fomentando más y más y se ha ido explotando para alentar el conflicto que desembocará en lo que podría ser la Tercera Guerra Mundial.
La tragedia de los así llamados «palestinos» y de los israelitas es la misma y es provocada por los mismos globalistas. Ambos bandos son víctimas de una situación que beneficia a los planes de los sionistas. Además, ellos son dueños de la prensa, por lo que le dicen al mundo lo que les conviene y así alimentan la situación.
El primer paso para realmente ayudar a «palestinos» o al pueblo hebreo, es entender este contexto y entonces actuar en consecuencia. La peor opción es tragarse todo lo que difunde el sionismo de la élite, sin considerar si es verdad o mentira.
«Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.» (Apocalipsis 2:9)
Una vez más, hay que considerar profundamente la advertencia Bíblica: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestro entendimiento». (Romanos 12:2)