La soberanía de Dios mal comprendida ha causado muchos disgustos y confusión entre el pueblo de Dios.
El diccionario define «soberano» como: «Que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente.» En este sentido, Dios es Soberano absoluto sobre todas las cosas.
Pero, innegablemente, Dios, en Su soberanía, dio al ser humano libre albedrío y toda la Biblia es prueba de ello. Si el hombre no pudiera elegir, Adán y Eva no habrían desobedecido, David no hubiera asesinado a Urías para adulterar con su esposa Betsabé, Abraham no hubiera puesto en riesgo la vida de su esposa por miedo a Abimelec, Pedro no hubiera negado a Cristo, por poner solamente unos pocos ejemplos.
Si Dios no nos hubiera dado libre albedrío, no habríamos pecado, porque sin lugar a dudas, no es el deseo de Dios que pequemos y seamos por ello condenados.
El que nosotros podamos DECIDIR creer o no a Jesús, no anula la soberanía de Dios. Dios SOBERANAMENTE decidió entregar a Su Hijo Amado para pagar por nuestros pecados. Que nosotros le creamos o no, no anula Su voluntad soberana de rescatarnos.
Habría muchísimo más que hablar sobre el libre albedrío y la soberanía de Dios, pero, centrémonos en el asunto del miedo que limita a Dios.
Sabemos que el miedo paraliza y a veces es tan grande, que fascina, como en el caso del ratón ante la serpiente que le va a devorar.
Algo similar nos pasa a los seres humanos también.
Veamos un tipo de miedo que limita a Dios.
Miedo al fracaso: Si alguien dice que no teme el fracaso, o miente, se engaña a sí mismo o es totalmente inconsecuente.
¿Quién no ha intentado algo y no le ha salido bien?
Desde el niño pequeño que en el parque intenta subirse a un columpio y se cae, hasta el adulto que emprende algo y pierde todo lo invertido, pasando por una persona que intenta enhebrar una aguja y no lo consigue porque su vista no le da para acertar con el agujero…
Pongamos por ejemplo el temor al fracaso público, que afecta a muchas personas. Imagínate presentarte a unas elecciones y que no consigas el número de votos necesarios para alcanzar la meta. O piensa en el niño que tiene que presentar un trabajo en la escuela y se olvida todo ante todos sus compañeros.
El cristiano es alguien que sufre constantemente el miedo al fracaso, ya que tiene que actuar por fe. Pero siempre tiene esa vocecita que le susurra: «¿y si Dios no respalda lo que estás haciendo y quedas en ridículo ante todo el mundo?»
En la Biblia tenemos un ejemplo que ilustra este caso. Se trata de la parábola de los talentos.
Un talento era el sueldo de cinco años de una persona. Un talento equivalía a 6.000 denarios, que eran 4 gramos de plata y suponían un día de trabajo. Es decir, que una persona tenía que trabajar 16,5 años (6.000 días), para conseguir un talento. Eso quiere decir que el siervo que recibió 5 talentos, recibió lo equivalente a 82 años de trabajo. Es decir, toda una vida.
El que recibió un solo talento fue el que más miedo tuvo al fracaso y por eso escondió el talento bajo tierra. Ese fue el que recibió el reproche y enfado de su señor.
Todo miedo tiene justificación para las personas que no andan con Dios. Pero, para el hijo de Dios, el que verdaderamente cree en Cristo y en Su Palabra, el que tiene al Espíritu Santo habitando en su interior, cualquier miedo es injustificado.
La Palabra de Dios dice que «Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7)
Conocer la Palabra de Dios es fundamental, porque el Espíritu Santo nos la RECUERDA; nos trae a la memoria aquello que conocemos de la Palabra y nos la REVELA; nos desvela su significado. La Palabra de Dios es la Roca Eterna en la cual debemos construir nuestra vida.
Todo miedo tiene justificación para las personas que no andan con Dios… Pero, para el hijo de Dios, cualquier miedo es injustificado.
Por lo tanto, no tiene sentido que un hijo de Dios tenga miedo a lo que sea. No se trata de ser fanfarrón, porque los peligros son reales. Pero se trata de tener la fe fundamentada en la Palabra de Dios.
La posibilidad de fracasar nos asusta muchas veces, pero deberíamos ejercitar lo de tener la mente de Cristo y pasar todo por el tamiz de la Palabra de Dios. Solo con hacer eso, la mayor parte de nuestros temores se desvanecerían, porque muchos de los miedos que tenemos a «fracasar» están ligados a lo que ESTE MUNDO, que yace en el maligno, dice que es fracaso.
Por poner un solo ejemplo. Si le aplicamos los principios de «éxito» de este mundo basado en las constantes mentiras que nos cuenta el sistema corrupto Jesús fue el mayor fracasado de la historia.
Pero, a los ojos de Dios, Jesús es el Rey de reyes, Señor de señores, el que venció a la muerte y derrotó a satanás, Aquel cuyo Nombre es sobre todo nombre y a Quien toda autoridad fue dada en el cielo y en la tierra, Quien está sentado a la diestra de Dios Padre, Quien juzgará al mundo y cuyos enemigos fueron puestos bajo sus pies por el Dios Altísimo.
¿Se puede ser más exitoso?
¿Por qué sentir miedo cuando vamos a una entrevista de trabajo si sabemos que Dios es nuestro Padre, que nos ama y da lo mejor y, si nos rechazan en ese trabajo, nos dará uno adecuado a nuestra capacidad y necesidad?
¿Por qué tener miedo al fracaso, si contamos con la ayuda del Espíritu Santo, que nos da sabiduría para hacer las cosas con excelencia?
¿Por qué temer el fracaso según los criterios mundanos corrompidos, si somos aprobados por el Dios Todopoderoso del Universo?
Es fundamental considerar que nuestros miedos
limitan a Dios en nuestras vidas.
Evidentemente Dios no tiene limitaciones en Su Persona, pero cuando se trata de actuar en la nuestra, nosotros lo podemos limitar con nuestros miedos.
Dios tiene grandes planes para cada ser humano. Recordemos que el siervo que recibió cinco talentos, los multiplicó en la certeza de que lo respaldaba su señor, pero el que recibió uno, por miedo al fracaso, perdió todo y fue reprochado severamente. Si no hubiera sentido miedo, habría hecho grandes cosas y su señor lo habría puesto sobre cosas más grandes. Pero el miedo limitó lo que su señor podía hacer a través suyo.
Al ser humano se le ha confiado la tarea más impresionante jamás dada a alguien: predicar a la humanidad que Dios entregó Su Hijo Amado Jesús para rescatar al hombre de la perdición. Los ángeles quisieron hacerlo y no se les permitió.
Infelizmente, muchas y muchas veces, esas personas llamadas a una tarea tan impresionante, sienten miedo al fracaso y no usan los talentos que recibieron de su Señor.
¿Vamos a permitir que Dios sea limitado en nuestras vidas, o vamos a desechar el miedo por medio de la fe y alcanzar grandes cosas trabajando con el Espíritu Santo en la tarea más impresionante jamás dada a un ser?
Millones y millones de personas que se dicen ser hijos de Dios, viven inmersas en el miedo y no entienden que con ello limitan a Dios en sus vidas.
Podemos atisbar el dolor que produce esto en el corazón de Dios cuando leemos lo que expresó Jesús cuando dijo: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!» (Mateo 23:37)
Jesús quiere alcanzar a todo ser humano con la redención. Pero ha elegido trabajar con nosotros y no podemos permitir que el miedo lo limite.
«Porque Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7)