Todos hemos visto alguna vez cómo en una boda hay expectación por la entrada de la novia, que está siendo esperada por el novio. Todos quieren ver cuán hermosa está y cómo el novio la mira con admiración con un cosquilleo en el estómago.
Suena la música, los invitados se ponen de pie y se hace silencio. Mucha emoción, alegría y complicidad. Es un momento inolvidable que llena todos los corazones de júbilo.
Hay un viejo himno que habla sobre la vuelta del Rey Jesús. Dice así: «veo a la multitud subiendo, oigo el coro celestial, todo el cielo se está abriendo en una bienvenida sin igual. Como el sonido de muchas aguas, oímos entonar aleluyas al Cordero: ¡¡¡hemos llegado a nuestro hogar!!!»
En Juan 1:11-13 leemos que «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.»
Estos versículos, entre otros, nos muestran que no todo ser humano es hijo de Dios, sino solo los que creyeron en el Nombre de Jesús y lo recibieron.
Recibir a Jesús no es pasar al frente ni tragarse una galleta blanca. La Biblia habla «en espíritu y en verdad». Recibimos a Jesús de verdad cuando esa recepción se da en lo profundo de nuestro corazón; cuando entendemos en nuestro espíritu que hemos pecado, nos sentimos mal por ello y entendemos que nunca podremos pagar por ello.
Luego entendemos que sólo el sacrificio de Jesús en la cruz es suficiente para pagar por nuestro pecado y nos rendimos a Sus pies, recibiéndolo como nuestro Salvador Y Señor.
En ese momento, según nos cuenta Juan inspirado por el Espíritu Santo, somos hechos hijos de Dios.
Ser hijo de Dios es lo más alto e impresionante que puede aspirar un ser humano. Los beneficios que acompañan ese estatus son incontables y no creo que podamos entenderlos todos mientras estemos en esta Tierra.
Hoy quiero centrarme en un evento que disfrutaremos en breve los hijos de Dios y que quiero que consideres, pidiéndole al Espíritu Santo que te dé revelación en tu espíritu sobre ello.
La Palabra dice: «No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.» (1 Corintios 15:51-52)
«Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.» (1 Tesalonicenses 4:16-18)
Todos los que esperamos ansiosamente estar en la presencia del Cordero, soñamos día y noche con este glorioso momento en el que seremos arrebatados para el Novio y transformados, encontrándonos con Él en el aire.
Pero… piensa en el momento siguiente: el Novio lleva a Su novia amada ante el Padre, para presentársela y dar inicio a la tan ansiada boda.
Ambos se aman profundamente, se conocen y anhelan estar juntos para toda la eternidad. Ambos han sufrido por este momento. El Novio ha derramado Su sangre en la cruz, muriendo de forma atroz, por poderla rescatar y limpiar. Ella ha sufrido persecuciones, rechazo y burlas por mantenerse fiel.
El Espíritu Santo ha velado por todo el proceso, para preparar a la novia sin mancha y sin arruga para el Novio. Ha velado para que ella pudiera permanecer fiel y ha avivado la llama en su corazón cuando ella desfallecía, teniendo siempre presente en su corazón este momento que les esperaba.
Ahora llega ese momento. Quiero que leas esto, cierres los ojos y pidas al Espíritu Santo que hable a tu espíritu.
El Novio y la novia se encuentran en el aire. Eso será impresionante, memorable, indescriptible.
Pero a seguir viene lo que quiero que te imagines. El cielo se abrirá para recibir a ambos. Todos – ángeles, arcángeles, querubines y todo ser celestial – se pondrán de pie para ver el esplendor de los Novios, que juntos se presentarán ante el Padre.
El Espíritu Santo velará por que todo esté perfecto y todos aplaudirán con júbilo indescriptible ante semejante momento.
El Cordero venció, pagó por el rescate de Su Novia, mandó a Su Espíritu para que la preparara y guardara y el momento más importante ha llegado: presentará la novia a Su Padre, quien tiene en Él complacencia.
El corazón del Padre estará lleno de placer y alegría por Su Hijo Amado, Quien con Su sacrificio ha cumplido toda la Ley y es digno para siempre de honor, gloria y adoración.
Saca un momento para derramar tu espíritu a los pies de Jesús, el Rey de gloria y adóralo.
«Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
«Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
«Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.»(Apocalipsis 5:11-14)