La sociedad ha aceptado la megalomanía y el circo mediático que se ha montado en torno al tema de la homosexualidad, como si fuera algo especial. Pero la cosa es muy sencilla desde la perspectiva Bíblica:
Dios es el Creador: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra.» (Génesis 1:1)
El Creador creó al ser humano con dos géneros: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» (Génesis 1:27) No existen más géneros de personas. Solamente HOMBRE y MUJER. No existen intermedios, variantes, ni eslabones perdidos. Por lo tanto, no existe tal cosa como SER homosexual.
Nadie ES dentista o abogado, sino que a lo largo de su vida, decide ejercer esas profesiones; un hombre o mujer que ejercen la odontología; o la abogacía.
Tampoco se ES/NACE ladrón o adúltero, sino que se practica el robo, la mentira o el adulterio.
Dice la Palabra de Dios que pecado es la infracción de la ley (de Dios) (1 Juan 3:4) y que la iniquidad (pecado reiterado) nos separa de Dios (Isaías 59:2)
En Eclesiastés 7:20 se nos dice que «Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.»
En ningún sitio se hace distinción de pecados, sino que TODO pecado nos aparta de Dios y todo ser humano peca de una forma o de otra. Jesus ni siquiera se refirió a la práctica de la homosexualidad.
Pero sabemos qué piensa Dios de mantener relaciones íntimas entre personas del mismo sexo: «es abominación» (Levítico 18:22) Pero también es abominación chismear, practicar brujería o idolatrar.
Cuando pides un visado para entrar, por ejemplo, en Estados Unidos, te hacen algunas preguntas, como por ejemplo, si piensas atentar contra la vida del presidente o si llevas drogas. Si dices que sí, te deniegan el visado y te detienen.
En el Reino de Dios funciona igual. Dios decide quién entra y quién no. Si practicas el pecado y no te arrepientes, no puedes entrar. Se te deniega el «visado».
«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.» (1 Corintios 6:9-10)
Dios ha dado a la humanidad el libre albedrío. Según lo que elige una persona, así serán las consecuencias.
Concluyendo:
- El Creador creó al ser humano con dos géneros. Nadie «nace» homosexual, sino que hombres y mujeres deciden PRACTICAR la homosexualidad. La persona nace hombre o mujer, y luego decide pecar como mejor le parece.
- La práctica de la homosexualidad es abominación para Dios, así como chismear, idolatrar, practicar brujería o abortar. La práctica de ese pecado no hace de las personas seres especiales, sino que cualquier pecado nos separa de Dios.
- El ser humano es, por así decirlo, «multipracticante» de pecados diversos. Todos los pecados llevan a la misma situación: exclusión del Reino de Dios.
- El Reino de Dios es DE DIOS. Es decir, Él determina las reglas por las cuales entraremos o no en SU Reino.
Para solucionar el problema del pecado, Dios envió a Su Hijo Jesucristo al mundo. Jesús derramó Su sangre limpia de pecado para pagar por TODOS los pecados de TODOS los seres humanos.
Pero, la persona tiene que reconocer que pecó y arrepentirse de ello, confesando a Jesús como su Salvador y Señor. «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.» (Juan 3:18-19) «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.» (Romanos 10:10)
Por lo tanto, la situación de los practicantes de la homosexualidad es muy sencilla con relación a Dios: practicar la homosexualidad es pecado. Dios no los odia, sino que dio a Su Hijo Jesús para pagar por ese pecado y todos los demás.
Si quieren ir al Reino de Dios por la eternidad, se tienen que arrepentir de suS pecados (porque practican varios además de la homosexualidad) y si no se arrepienten, se irán a una condenación eterna, tal como todas las demás personas que practican otros pecados y no se arrepienten.
Así que, dejemos de tratar a las personas que practican la homosexualidad como si fueran pecadores especiales, de un género especial, a quienes Dios odia en especial. Prediquemos el Evangelio a toda criatura a tiempo y fuera de tiempo y el que quiera que se arrepienta, y el que no, que no lo haga. Es su libre albedrío.